Después de tres años, he podido ir a recoger mí título de
pedagoga a la Universidad. Al llegar allí, la sensación de entusiasmo se ha
hecho con el control de mi cuerpo y mi mente.
He recordado esa alegría y fuerza con la que empecé mi etapa
universitaria, una etapa en la que reí, lloré, me esforcé, superé y por
supuesto, no dejé nunca de luchar por mí, por mi futuro, por un SUEÑO.
Y ahora, que vivimos un
momento difícil en el que estamos inmersos en preocupaciones, en el que,
personalmente había perdido todas las esperanzas por volver a trabajar de
pedagoga, intento buscar un aliciente, una nueva aventura, una forma de
mantener la mente ocupada; y lo hago con la misma ilusión con la que, el primer
día subí las escaleras de entrada a la facultad.
No sé lo que me deparará el
futuro, pero pongo todo mi entusiasmo para que dure el mayor tiempo posible y
para haceros participes de las pequeñas impresiones del mundo que me rodea, de
aquellas sencillas cosas que en mi mundo son imprescindibles para mantener una
actitud positiva y entusiasta.
Cuando
se acaba un proyecto, siempre hay que comenzar otro.
Sabor a menta
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